“El campo es una riqueza que los que estamos aquí no siempre hemos entendido”, dice Marleny Arroyave, quien les ha demostrado a otras mujeres que la vida rural no debe ser una resignación, sino una oportunidad para florecer. Crónica.
En el corazón de Santa Rosa de Cabal, donde los cafetales pintan de verde las montañas y el olor a tierra húmeda evoca historias de generaciones, surge la voz apasionada de Marleni Arroyave, representante de la Asociación Municipal de Mujer Campesina.
Marleni no es solo una dirigente; es el reflejo vivo del alma campesina que ha florecido desde su nacimiento.
A mujeres como ella y a quienes representa con su tenacidad, la Gobernación de Risaralda les brinda asistencia técnica en el campo, les brinda capacitaciones en salud mental, autoestima y trabajo en equipo.
Esta mujer, a quien la faena diaria del campo le ha marcado el rostro y le ha dejado cicatrices en sus fatigosas manos, nació en una finca, como lo era costumbre hace 61 años, en una época en la que el hospital no era el destino del alumbramiento.
Sus primeros recuerdos se entrelazan con las ramas del café y las manos curtidas de su familia, dedicada por entero al cultivo.
Sin embargo, Marleni siempre tuvo una ambición: explorar más allá del campo sin desvincularse nunca de sus raíces. Estudió, incluso vivió en una comunidad religiosa por un tiempo, pero su amor por la tierra y el llamado a liderar nunca se apagaron.
“El campo es una riqueza que los que estamos aquí no siempre hemos entendido”, reflexiona. Al unirse a la Asociación de Mujeres Campesinas encontró un propósito más grande: empoderar a las mujeres rurales. En este espacio, compuesto por 66 mujeres de distintas veredas, Marleni impulsa una visión renovada del campo.
Como presidenta, su liderazgo no se reduce a reuniones de rutina; ha transformado la asociación en un motor de cambio, demostrando que la vida rural no debe ser una resignación, sino una oportunidad para florecer.
La Secretaría de Desarrollo Rural de Risaralda promueve jornadas técnicas que redunden en mejores resultados en el campo y que les garantice calidad y bienestar para sus productos y para ellas.Uno de sus grandes logros fue la creación del mercado campesino en 2017.
“Si en las fincas estamos perdiendo limones, hortalizas y tantas cosas, ¿por qué no sacarlas a la ciudad?”, se preguntó. Contra las expectativas y pese a los obstáculos iniciales, logró organizar un mercado en una bodega.
“El primer día no vendimos nada”, recuerda entre risas, “pero no nos rendimos”. Con tenacidad, carpas y música de fondo, lograron atraer cada vez más visitantes, dando valor a los productos que antes se desperdiciaban en las fincas.
El mercado campesino no es solo un lugar de venta; es el símbolo del empoderamiento femenino. Marleni ha visto cómo sus compañeras han fortalecido su autoestima, involucrando a sus familias en los procesos productivos.
“Cuando una mujer en el hogar está bien, todo su entorno también lo está”, afirma con convicción.
Para Marleni, su misión no termina aquí. Sueña con que más personas reconozcan la grandeza del campo. “Quisiera que entendieran lo que significa vivir rodeados de esta riqueza”, expresa.
Con el apoyo de la asociación, busca que cada mujer campesina encuentre en la tierra, no solo una fuente de sustento, sino también un motivo de orgullo y dignidad.
A través de su historia, Marleni Arroyave nos recuerda que el verdadero poder no radica en el éxito inmediato, sino en la constancia y la fe en que cada semilla sembrada dará fruto.
Su liderazgo es un testimonio vivo de que, incluso en los rincones más humildes del campo, florecen los sueños más grandes.