Met Museum/National Portrait Gallery
Al menos el 40 % de las mujeres experimentan pérdida de cabello o alopecia a lo largo de su vida. Puede tratarse de alopecia areata (pérdida de cabello en parches), alopecia por tracción (pérdida de cabello por tensión) u otra forma. La evolución de su interpretación en el transcurso de los años se refleja en las representaciones de la caída del cabello femenino a lo largo de la historia del arte.
En la Gran Bretaña de los siglos XVI y XVII, por ejemplo, la alopecia femenina se interpretaba a veces como castigo por los pecados, incluido el adulterio. Otras piezas artísticas muestran una actitud más neutra, o incluso positiva, hacia la alopecia femenina: en el arte religioso o mítico, a veces se la idealizaba como divina.
Diosas con poco pelo
La Virgen con el Niño, pintada en el siglo XV por el artista italiano del Renacimiento Carlo Crivelli, muestra a Jesús y María abrazados en un entorno dorado y estilizado. La pareja está sentada detrás de un altar religioso rodeados de frutas maduras y adornados con aureolas. La Virgen tiene la frente alta y su cabello rubio retrocede, sobre todo en la sien derecha.
Esta asociación entre alopecia y divinidad se repite en una obra de otro artista italiano del Renacimiento, Cosmè Tura. Su Virgen y María Magdalena representa a la madre y a la niña con frentes prominentes.
Una pieza de terracota vidriada creada por el escultor italiano Andrea della Robbia en 1475 presenta a la Prudencia, encarnación humana de la moral cristiana, como una persona calva de dos caras.
¿De dónde surge esa asociación de la calvicie en las mujeres con lo divino? Hay varias razones. Por un lado, dejaba de lado la apariencia personal en favor de prioridades más profundas y espirituales. Pero la depilación intencionada también desempeñaba un papel: para algunas personas religiosas, como las monjas budistas y las esposas de judíos haredíes, una cabeza calva se considera más pura y el afeitado puede representar un ritual regular de sacrificio.
Representaciones antiguas
Las obras de arte de las paredes de la tumba del antiguo faraón egipcio Akenatón, que gobernó entre 1351 y 1334 a.e.c., representan a dos de sus hijas desnudas y con la cabeza calva. Tanto el afeitado de la cabeza como la calvicie natural eran comunes entre los antiguos egipcios, incluidas las mujeres.
De hecho, los antiguos egipcios tenían términos distintos para la alopecia femenina y la masculina. Esto demuestra lo común que era la calvicie, el afeitado de la cabeza y el uso de pelucas en ambos sexos en el antiguo Egipto.
Y no sólo en Egipto. El afeitado parcial o total de la cabeza ha sido históricamente común entre las mujeres del África subsahariana. Como observó un viajero entre los habitantes del Reino de Issini (actual Ghana) en el siglo XVIII: “Algunos sólo se afeitan una mitad de la cabeza… Otros dejan amplias zonas aquí y allá sin afeitar”.
Alopecia medieval y renacentista
El cuadro del siglo XV Retrato de una mujer con un hombre ante una ventana, del artista italiano Fra Filippo Lippi, muestra el perfil aristocrático de una mujer frente a un hombre. Tiene una frente prominente y una línea de nacimiento del pelo alta.
La aparición de entradas en la Europa medieval y renacentista pudo estar de moda e incluso considerarse un signo de inteligencia, lo que fomentó las costumbres de afeitarse la frente y depilarse las cejas.
La reina de Inglaterra del siglo XVI, Isabel I, fue pintada a menudo de este modo. Un retrato al óleo sin fecha de la monarca británica la representa con ropajes enjoyados, un velo adornado con perlas y la frente prominente.
La eliminación del vello corporal femenino en esta época, incluido el de la frente, no era sólo una cuestión de moda. También podría decirse que surgió debido a las ideas patriarcales de que el vello corporal de las mujeres era sucio e incluso peligroso para los hombres.
Alopecia moderna
Los anuncios y las investigaciones actuales tienden a hablar de la caída del cabello exclusivamente en términos médicos, como una especie de enfermedad perjudicial. Un reciente artículo de la BBC se refiere a las personas con alopecia areata como “pacientes” y a su experiencia como “profundamente desafiante”. Sin duda, esto refleja algunas experiencias, pero no las de quienes interpretan su pérdida de cabello de forma más neutra, o incluso con orgullo.
Los productos farmacéuticos y cosméticos se promocionan como tratamientos “necesarios”. Un fármaco recién autorizado, el litfulo o ritlecitinib, ha sido aclamado recientemente como el “primer tratamiento” y la “medicina” para la alopecia.
Pero dado que muchas formas de alopecia no están delimitadas y que los “tratamientos” que se ofrecen tienen una eficacia limitada y plantean problemas de seguridad, ésta no debería ser la respuesta por defecto. Por ejemplo, la Agencia Europea del Medicamento señala que el ritlecitinib hace que vuelva a crecer el pelo en un 80 %, pero sólo en el 36 % de las personas que lo toman. Alrededor del 10 % corre el riesgo de padecer diarrea, acné e infecciones de garganta.
Otro estudio señalaba que fármacos similares contra la alopecia, que actúan mediante inmunosupresión, sólo parecen funcionar si se toman de forma continuada, aunque no se ha establecido su seguridad a largo plazo.
Las representaciones de la alopecia a lo largo de la historia del arte son un recordatorio de las muchas y complicadas formas en que se ha considerado la caída del cabello en las mujeres. A veces utilizada como arma para avergonzar a las mujeres, a veces venerada como signo de lo divino, lo cierto es que la caída del cabello no indica nada sobre el valor, la moralidad o el estatus de una mujer.
En cualquier caso, son esperanzadoras dado que demuestran que la alopecia se ha conceptualizado de forma diferente en cada época. Esto significa que la actual concepción de la alopecia como una enfermedad inevitablemente desventajosa que necesita determinados “tratamientos” también podría estar sesgada. Si nuestra interpretación social de la alopecia mejora (como algo que no debe estigmatizarse), también podría mejorar la experiencia individual (como algo que no debe temerse).
Glen Jankowski, Senior Lecturer in the School of Social Sciences, Leeds Beckett University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.