Su relato hace parte ya de la historia de la radiodifusión colombiana. 35 años en Caracol, quien lo fuese a creer en su largo recorrido por los estadios o escenarios del mundo.
Mundiales de fútbol, Olimpiadas, diversas narraciones en disciplinas deportivas, identifican a la Voz de Oro de Colombia.
Su relato hace parte ya de la historia de la radiodifusión colombiana. 35 años en Caracol, quien lo fuese a creer en su largo recorrido por los estadios o escenarios del mundo.
Mundiales de fútbol, Olimpiadas, diversas narraciones en disciplinas deportivas, identifican a la Voz de Oro de Colombia.
Es un hombre de pergaminos. En vida, hermano, en vida. Gustavo Alberto Sanint Alarcón, es hijo de Caracol, la emblemática cadena radiofónica reconocida a nivel mundial.
Modelo 62. Pereirano, dijo de él, a www.ejeinforma.com un periodista amigo que lo reconoce desde desde hace muchos años.
Tiene puntos críticos sobre el país que nos ha tocado lidiar. El paso de los gobiernos. El que le apasionaba la tarde de baloncesto en su juventud, los picados recios y los torneos de barrio o el interprensa donde se “sacaba chispas” como defensa central en el fúitbol. Pasaba el balón, el jugador no. Incursionó en la práctica del tenis de mesa y la natación. Ah, hasta le dio por cantar… no lo hacía mal. Pero lo suyo, con el perdón de tantos y tontos, es la narración deportiva que eleva su espíritu y mantiene vivo el altar deportivo.
www.ejeinforma.com constató que en las calles desde hace tiempo, el Tato, saluda con facilidad, el amigo que reconoce la pintura del éxito, pero que no se cree que es el cuadro. El de la palma y el coco.
EL PERSONAJE
Gustavo Alberto Sanínt, el personaje, es el gol. El Tato, abreviado con la grandeza de la redonda.El que cautiva audiencias. El relator deportivo con prolongada historia y con capítulo por escribir en el radar deportivo de América. Es el inconfundible ¡Pita Camión!, que se mezcla entre la realidad policromática del exquisito frtbol. Con él, la transmisión se viste de frac. Perdura con el aliento de la jugada que se va por la raya equivocando camino a la red.
Es la tribuna que explota. Es la camisa, la divisa. El seguidor apasionado de brillo en los ojos sin con qué entrar al estadio. El ´Pelao´ ( el hombre sin plata) que levita fútbol; al del tatuaje porque el fútbol tiene encendido el alma de los mayores, a la mujer que pelea con el ardido esposo por una derrota pero que la abraza y contempla con la lírica del fúitbol… a ese, Gustavo El Grande, le lleva el relato gigante. Con una amor y una convicción ernvidiable.
Casi que de taquito o de un chanfle sin infulas que se mete por el larguero, donde el hombre vuela sin éxito alguno para darle paso al ¡¡¡¡¡goooooolllllllll!
RADIO EN GRANDE
Radio sin audífonos para que explote el barrio. El país, hermane o solidarice. Pero el fútbol tiene muchas caras como el que peca con el autogol exquisito….
Es Risaralda y Colombia que estallan con la estocada del gol.
Gustavo, el admirado jugador que hace vibrar la tribuna con su taque – taque – taque. Vino, vino, vino y el gol laaaarrrrgoooo que salta de su prodigiosa gargante, que parece un canto de delirio que hincha pulmones y mete lágrimas. Que alarga por la tribuna y se vuela en las ondas infinitas del corazón o del alma.
El escenario verde con redes blancas, que describe con una pincelada pegada a su voz. A la tarde sucia donde la gloria le es esquiva al equipito amado.
No hay pereirano, ni colombiano que no la identifique con su poderoso y bendito chorro de voz. Un relato electrizante, descriptivo, una narración que se ahoga en medio de la emoción o el llanto. Dizque, ¡35 años no son nada!
TATO IDENTIFICA A CARACOL
No es que Caracol Radio identifique al Tato. No: es el Tato por el que identifican a ese grande de la radiodifusión mundial que está aquí pegado, tatuado, al cuerpo.
Cuando el rojo o amarillo del íntimo nuestro ( el azul también gigante de nuestra Patria) enarbolan un no se qué, que nos forma un nudo en la garganta o que silenciosos, nos hace de vuelta a la casa por una derrota, por el error humano o a domicilio de un árbitro, mal agradeciendo todo.
Su voz entusiasma, transmite, encanta, con el mismo fervor del hincha del barrio abajo o el encopetado que sigue los 90 minutos, donde nos jugamos una historia como en la secuencia del triunfo y la derrota.
Lo he visto llorar. A la par con el hincha con el trapo revolcado, con el trapo de Lobo Sur, que ondea como un delirio que se esparce en una noche prendida o en una tarde donde se pierde, ahoga, el gol Matecaña o de la Selección Colombia. La tribu, hermano.
LAS NARRATIVAS DEL FÚTBOL
Es estremecedor la vibra que transmite bien sea en el escenario donde actúa o en el pequeño radio de barrio, de tienda, de exclusivo local, donde penetra la narrativa futbolera.
En su fuga por Medellín, donde laboró, la gente extrañó la voz fuerte, que retumbaba en la ciudad. Wbeimar Muñoz Ceballos, lo ´descubrió´ para con su voz llegar a la audiencia paisa – paisa- la de Antioquia. Cuando Luis Fernando Múnera Estman, mandaba a su antojo en la narración. Era un solo radio prendido.
En Riosaralda, era un fútbol sin audiencia. De huérfanos. De domingo sin procesión y sin bandera alguna en los alrrededores del Hernán Ramírez, donde el niño, la niña, el adolescente se mazclan con el viejo, para degustar el calor del fútbol a la par que un helado que derrite entre los dientes y el aire a domingo o a fútbol de pasión.
Tato querido, gracias por sus relatos para la vida. El fútbol, en esencia, es un pedazo del alma que ¡compartímos por siempre! Gracias, Gustavo. Gracias Tato, por las exquisiteces de las narrativas del complicado fútbol nuestro
Por ÁLVARO RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ