Fotos: Pastora nómada de Mongolia llevando a sus camellos. © Yu.Boldbaatar, 2013/UNESCO
Victoria Quirosa García, Universidad de Jaén
Poco a poco vamos conociendo la contribución de las mujeres en diversos ámbitos de conocimiento. Les ponemos nombres, si podemos, caras, y hablamos de pioneras y referentes. Pero ¿qué ocurre cuando son anónimas?
El papel de las mujeres en muchos ámbitos de la transmisión del patrimonio es invisible y grupal. Muchas son las guardianas de saberes esenciales que han sido protegidos como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Lamentablemente, su trabajo ha sido silenciado a menudo y no ha tenido la misma repercusión que otras tareas. Tal vez porque son pequeñas acciones.
Sin embargo, se nos olvida que estas pequeñas acciones son muy importantes para el desarrollo de la vida en comunidad. El patrimonio inmaterial hunde sus raíces en un grupo de gente que reconoce sus señas de identidad. Las mujeres son esenciales a la hora de enseñar estas tradiciones, normalmente transmitidas de forma oral, de generación en generación. Además, estas prácticas son un instrumento de empoderamiento y desarrollo sostenible para sus comunidades.
Y aunque los cambios en los modos de vida tradicionales pongan en riesgo muchas de estas manifestaciones, la fuerza grupal lucha contra los factores adversos.
Mujeres que plantan cara
Ese es el caso de las mujeres amansadoras de camellos en Mongolia. Su trabajo consiste en realizar un ritual de amansamiento para incitar a las camellas a que acepten a crías recién nacidas o huérfanas que no son suyas. Para ello, entonan una melodía que va calmando al animal.
Pero este ritual, que forma parte de su cultura nómada, se enfrenta a los peligros que suponen los cambios en el pastoreo y la explotación del territorio, impulsada por la implantación de minería contaminante de acuíferos.
Con el objetivo de emprender acciones legales contra las minas, estas mujeres han creado una ONG que representa a las familias locales. En la actualidad cuentan con el apoyo del Fondo de Mujeres de Mongolia (MONES), una organización aliada de la red GAGGA (Alianza Global para la Acción Verde y de Género, por sus siglas en inglés) que moviliza el poder colectivo de los movimientos por los derechos de las mujeres y la justicia ambiental alrededor del mundo.
Algo similar ha ocurrido con las mujeres de Sejnane en Túnez, quienes crean y venden piezas de cerámica, como juguetes y utensilios para el hogar. Esta tradición cuenta con más de 3 000 años de antigüedad y les permite mantener a sus familias, que también forman parte del proceso: mientras los hombres venden la cerámica, las hijas aprenden el oficio de sus madres.
Las mujeres de Sejnane se constituyeron como Asociación de Mujeres Alfareras de Sejnane (AFAS) en 2012. Lo hicieron para luchar de manera conjunta contra los rigoristas islámicos que querían prohibir el carácter realista de algunas de sus piezas cerámicas, especialmente los juguetes.
Mujeres que cuidan la Tierra
En otros casos, las buenas prácticas de sostenibilidad con el medio evitan que algunas especies se extingan o que los alimentos se pierdan. En estos casos, no se piensa en el beneficio económico sino en el bien para la comunidad, que no perderá sus recursos naturales.
Las mujeres buceadoras, haenyeo, de la Isla de Jeju, en Corea del Sur, son un buen ejemplo. Desde el siglo XVIII bucean en apnea, alcanzando los diez metros de profundidad, para alimentar a la comunidad con el marisco, los erizos, pepinos de mar y pulpos que pescan.
Pero lo más importante es que su práctica es sostenible y respetuosa con el medio ambiente, y cuidan hasta las herramientas que utilizan. Trabajan a lo largo del mes, para lo que se agrupan en cooperativas. El reconocimiento a su labor como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad les ha hecho tener un papel relevante en su comunidad. Hoy día son seña de identidad en la Isla de Jeju, donde cuentan con su propio museo.
Importancia de su papel
Es importante reconocer y valorar la labor de la mujer en la transmisión de la cultura inmaterial, porque su trabajo mantiene la identidad de su comunidad. También es necesario destacar el papel fundamental que desempeñan las más veteranas, esenciales y respetadas. Ellas son las depositarias de la tradición, quienes mantienen el diálogo entre las distintas generaciones y fomentan la sororidad.
Debemos trabajar para derribar clichés y estereotipos, y darles un altavoz que les permita hacer sus reivindicaciones y asociarse, para que puedan desempeñar cualquier trabajo u oficio con libertad y sin limitaciones sociales. La falta de relevo generacional y los cambios en los modos de vida ponen en peligro el futuro de estas manifestaciones.
Su protección no pretende anclarlas en modos de vida del pasado, sino darlas a conocer para ayudar en su conservación. Es importante crear un equilibrio que evite la recreación adaptada al turismo. La fina línea que marca una y otra depende de que eduquemos en el patrimonio y garanticemos la protección de estas manifestaciones culturales.
Victoria Quirosa García, Profesora Titular, Historia del Arte, Universidad de Jaén
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.